Jesús como la Luz de los hombre

Jesús como la luz
La luz es símbolo de la verdad de Dios; por eso dice el salmista: «Lámpara es a mis pies tu palabra, y luz para mi camino» (Sal. 119:105). Las tinieblas, por otro lado, representan el mundo de pecado, y en medio de ese mundo de pecado Cristo vino a alumbrar, a representar y a personificar la verdad de Dios. Es esa verdad la única que disipa la oscuridad del pecado en el interior del hombre.
Juan presenta a Cristo de esta manera: «En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en las tinieblas...» (Juan 1:4-5).
Cristo es precisamente la personificación de esa luz que representa la verdad que destruye el pecado y que pone al descubierto la mentira y el error. De ahí que Él dijera: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida» (Juan 14:6).
Jesús como el tabernáculo
Juan 1:14 dice: «Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros». En este versículo aparece una palabra que debe ser explorada porque muchas veces en la traducción se pierde la riqueza del lenguaje original. Lo que ha sido traducido como «habitó» en el griego es el vocablo skenoo. Esto es interesante porque en el Antiguo Testamento se usaba la palabra skene para referirse al lugar santísimo donde «habitaba» la presencia de Dios. Si se sustituye «habitó» por el significado anteriormente expuesto, el versículo podría traducirse de esta forma:
«Y el Verbo se hizo carne e hizo tabernáculo entre nosotros».


Lo que antes en el Antiguo Testamento era el lugar santísimo donde moraba la presencia de Dios, ahora en el Nuevo Testamento ese lugar santísimo reside en, o es, la persona de Jesús porque la plenitud de la divinidad mora en Él, tal y como afirma Colosenses 2:9.
Jesús representa lo que antes era el templo para el pueblo judío. Esto concuerda con sus palabras en Juan 2:19: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré», lo que se interpreta como una analogía utilizada por Jesús para presentarse a sí mismo como el templo de Dios (tabernáculo).

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