UNA ADVERTENCIA CONTRA EL DEJAR DE ORAR
Como cristianos, estamos involucrados en batallas espirituales como emisarios personales de la guerra de Satanás contra nuestras almas. Aunque debemos luchar diariamente contra estos poderes invisibles, Dios nos ha provisto de una armadura espiritual: el escudo de la fe, el yelmo de la salvación, la coraza de la justicia, etc. “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:11-12).
Además de describir nuestro equipo de batalla, el apóstol Pablo da instrucciones vitales: “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:18).
Observa la naturaleza radical de esta amonestación: “en todo tiempo con toda oración y súplica … velando en ello”.
Esta necesidad de oración constante es probablemente el aspecto más descuidado en la guerra espiritual. Así como Dios prometió luchar con los ejércitos de Israel contra sus enemigos y los suyos, también promete defender nuestra causa mientras nosotros buscamos diariamente su fuerza. Sin importar qué armas satánicas estén dispuestas contra nosotros, nada puede igualar el asombroso poder de Dios, para responder a nuestro llamado de ayuda en el día de la batalla.
La próxima vez que te encuentres en medio de una crisis espiritual, considera lo que hizo Jesús la noche que lo arrestaron: “Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro” (Mateo 26:36).
Si Jesús, el Hijo de Dios, tuvo que orar para obtener fortaleza, ¿qué debe significar eso para nosotros? En el huerto de Getsemaní, Jesús advirtió a sus discípulos, como aún hoy nos advierte, contra la pereza de no orar. “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41).
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